jueves, 24 de noviembre de 2016

Las 5 ya van a dar

13 de noviembre de 2008

El jueves 13 de noviembre, el 61 presentó un  interesente y peculiar proyecto musical. Convocadas por Eduardo Serrano, cinco mujeres se reunieron en el bar con el propósito de encontrar puntos de confluencia y establecer un espacio colectivo para la manifestación entretejida de sus voces: Brenda Cifuentes, Adriana Larrañaga, Claudia de la Concha, Carmen Gómez Barroso y Malena Fonrouge.

Más que banda, fue una troupe dispuesta a entretejer con música las experiencias y las habilidades de sus integrantes. Y fue Machy Madco, músico argentino, el encargado de conducir la orquesta.

El repertorio del quintento fue variopinto: Janis Joplin, Koko Taylor –vía Susan Tedeschi-, Chip Taylor, T-Bone Walker, John Fogerty, Stevie Wonder, James Brown, B.B. King, Leiber y Stoller, Big Bill Broonzy (si hemos de adjudicar a alguien Rock me baby), Otis Redding (vía Aretha Franklin), Tom Hambridge, Steve Ray Vaughan, Little Richard, Cooley y Davenport (vía todo el mundo), Steve Winwood, Jagger y Richards, Robert Palmer, Bill Withers, Mack Rice (¿vía The Commitments?), Tracy Chapman, etcetera.

La siguiente lista de canciones dicen más sobre este grupo de cantantes de lo que yo pueda garabatear con mis recuerdos: Me and Bobby McGee, Voodo Woman, Wild Thing, Stormy Monday, Proud Mary, Superstition, I feel good, The thrill is gone, Hound dog, Rock me baby, Respect, Mr. Benz, It hurts so bad, Pride and joy, Miss Anne, Fever, Gimme some loving, Honky Tonk Women, Addicted to love, Baby what you want, Billie Jean, Ain´t no sunshine, Mustang Sally, Hard to handle, Hit the road Jack, In the midnight hour y I shot the sheriff, entre otras.

A fines del mismo mes, Emiliano Ruiz y Los Reyes del KO se presentaron por segunda occasión en el 61. Más tarde, Steve James y Del Rey ofrecieron un delicioso concierto en el mismo bar. Y para terminar el año, en diciembre, Innis Mòr, grupo de música inspirada en el mundo celta y liderado por Felipe Hartasánchez Frenk, toca por vez primera en el 61.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Sharon Lewis

24, 25 y 26 de julio de 2008

El miércoles 23 de julio de 2008, el 61 inauguró su propio restaurante, y al otro día tuvimos en escena a Sharon Lewis, quien declaró en una entrevista: ¿Qué busco con el blues? ¡Correr el mayor de los riesgos! Compartir mi intimidad.

Protagonista central de los más explosivos espectáculos de blues de Chicago, Sharon Texas Fire Lewis (Fort Worth, 1952) está ligada a nombres clave del género, desde Koko Taylor hasta Billy Branch, pasando por Son Seals, Robben Ford y Melvin Taylor, ya sea porque ella ha abierto sus conciertos o porque, incluso, ha sido integrante de sus bandas.
Asimismo, durante dos décadas, su voz se ha escuchado en los clubes más importantes de Chicago (el Kingston Mines, el Buddy Guy’s Legends y el Rosa’s Lounge, entre otros) y en diversos festivales alrededor del mundo (en 1998, por ejemplo, realizó una larga gira por varios países de Europa con la Next Generation Band).

Entrado el nuevo siglo, Sharon se incorporó a la banda de Billy Branch (The Sons of the Blues), y el público pudo entonces comprobar la grandeza de su voz. Cada vez que se presenta en alguna ciudad del mundo, la crítica local manifiesta de manera entusiasta sus propios reconocimientos, como fue el caso, en marzo de 2001, de Liberec, ciudad checa que nombró a Sharon la vocalista del mes. En la misma capital del blues, el Chicago Reader otorgó a Lewis el Critics Choice que da este semanario a lo más relevante de la escena local.






martes, 22 de noviembre de 2016

Vino Lauden

29, 30 y 31 de mayo de 2008

Calvin Vino Louden se presentó en el 61 los días 29, 30 y 31 de mayo de 2008, con su carisma y su teatralidad desparpajada. Cantante y compositor, además de guitarrista y líder de la banda de Koko Taylor desde 1993 hasta 2009 (año en que muere la Reina del Blues), Vino Louden ha grabado no sólo con la Taylor sino también con Buddy Guy y Junior Wells. Ha participado en giras con B.B. King, Bonnie Raitt, Keb Mo, Robert Cray y Johnny Lang, entre otros.

lunes, 21 de noviembre de 2016

The North Sea Coyotes

AAT, Bruno Deneckere, Nils De Caster, Luiz Márquez y Héctor J. Fierro

8, 9 y 10 de mayo de 2008
 
The North Sea Coyotes es una agrupación musical que reside en la ciudad de Gante (Bélgica) y que se presentó por vez primera en el 61 hace ya ocho años y medio, los días 8, 9 y 10 de mayo de 2008.

En aquellas dos primeras ocasiones, el grupo estuvo integrado por el mexicano Luiz Márquez (saxofón y armónica), su hijo Renato (violín) y el flamenco Bruno Deneckere (voz y autor de la mayoría de las canciones, y líder de la extinta banda The Pink Flowers); pero la banda crece o se reduce de acuerdo a las circunstancias y las necesidades específicas del espectáculo (aunque siempre con dos nombres fundacionales  y fundamentales: Bruno y Luiz).



Otras ocasiones:
11, 12 y 13 de diciembre de 2014 (con Nils de Caster, en el violín, el lap steel y la mandolina)
Tres fechas de 2015
15, 16 y 17 de diciembre de 2016 (en el nuevo 61)
Agus, Bruno, Nils, Luiz y Eduardo Serrano

  






domingo, 20 de noviembre de 2016

Charles Mack

 20, 21 y 22 de septiembre de 2007

Chicago volvió al 61, ahora con el extraordinario bajista Charles Mack, cuya voz fresca mostró enseñanzas que van desde James Brown hasta Robert Cray, y cuyo talento evidente está avalado -por si fuera necesario- por los nombres de quienes lo acompañaron en su entonces más reciente álbum (Next Generation Blues): Billy Branch, Maurice John Vaughn, Darek Jackson, Sumito-Ariyo Ariyoshi y Brian James, por mencionar a algunos de ellos.

Con su mezcla de funk, soul y rock, Charles Mack trajo a escena un blues ecléctico y ventilado que combina los estilos de Luther Allison, Jimmy Hendrix, George Clinton y Eric Clapton, entre otros.

Con más de veinte años de experiencia, Charles Mack ha transitado por diversos géneros musicales, desde el jazz clásico y contemporáneo hasta el blues y el hip-hop, demostrando en cada una de sus ejecuciones un sorprendente virtuosismo y una singular excelencia.


sábado, 19 de noviembre de 2016

Corona, D'Mayo y Maco




19 de septiembre de 2007

Esa noche conocí a Javier Corona, Ángel D'Mayo, Machy Madco y María Mordoj. Todo el día había llovido a cántaros, y los cuatro llegaron hechos una sopa al 61, como salidos de una película de Sergio Leone: jorongos, sombreros de paja, rostros abstraídos y acentos de evidente raíz italiana (con excepción de Javier Corona, chilango de nacimiento). Coincidió su aparición con la llegada de Charles Mack, quien ese miércoles repasó con los miembros de Vieja Estación el repertorio que presentaría durante las noches de los tres días siguientes.

La lluvia torrencial nos varó a todos en el bar, y tuve entonces la suerte de conocer a  Víctor Lastra, un armonicista chileno con quien bebí unas cuantas cervezas mientras mirábamos divertidos a tres bajistas (Charler Mack, Mauro Bonamico y Machy Madco) hablar de instrumentos y cuerdas...


Víctor Lastra


Machy Madco




viernes, 18 de noviembre de 2016

Steve Tallis


1 de septiembre de 2007

Lo primero que me sorprendió de Steve Tellis fue la frescura de su voz, que no delataba edades ni agotamientos físicos (nació en 1952). A ello se sumó su aspecto jovial y picaresco, mágico y atemporal.

La personalidad musical de este hombre nacido en Maylands (acordes abiertos, rasgueo violento y desenfadado, voz gangosa y callejera, destreza melódica y acertado fraseo), hacen de sus canciones joyas que bien podrían confundirse con la juglaresca de los sesenta, a la vez que ligarse fácilmente con la Patti Smith de los setenta (es decir, de Horses a Wave) y con ciertos gestos del grunge de fin de siglo.

The soul of man es una canción que podría servir de ejemplo. Pero no me refiero al teen spirit de Kurt Covain, sino a las maneras destempladas de Eddie Vedder, aunque sin su gravedad, sin sus desgarramientos y sin la marca de la almohada en el desordenado cabello.

En Tallis encontré a un atento melómano del blues (I wonder will my mother be on that train es un exquisito y primitivo canto a capella que parece un mantra, una invocatio pagana ejecutada en un sórdido cruce de caminos; por otro lado, las formas selváticas de Willie Dixon aparecen en Grinning in your face); y hallé también a un hombre capaz de reconocer los valores de generaciones posteriores a la suya. Pero hubo más: al escuchar a Steve, vi en él a un compositor con fuertes raíces en los géneros seminales del rocanrol. That suits me, por ejemplo, primera canción del Jezebel Spirit, me recirdí a Lonnie Donegan, aunque supongo que el skiffle llega a Tallis a través de The Worried Men. Y con Leave you in the hands of my God pensé en Woody Guthrie (sobre todo porque también bostecé a la mitad de la canción).


Steve Tellis estuvo acompañado por Montse Revah, percusionista a la que conocí la vez que tocó con Jaime López en el Teatro de la Ciudad.


jueves, 17 de noviembre de 2016

Phil Guy


16, 17 y 18 de agosto de 2007

De familia pobre y numerosa, Phil Guy (1940) creció en la pizca de algodón, dentro de una plantación de Louisiana y en un ambiente de escasez absoluta: sin electricidad, sin agua corriente, sin contacto con el mundo exterior. Con el paso del tiempo y con mucho esfuerzo, su padre logró llevar a casa un poco de luz, y así conectar un radio y encender un viejo fonógrafo, aparatos en los que los hermanos Guy (Buddy y Phil, principalmente) conocieron a quienes se convertirían en sus ídolos y en sus influencia: Muddy Waters, Jimmy Reed, Little Walter, Howlin’ Wolf y John Lee Hooker, entre otros.
La pobreza de la familia puede ilustrarse con la siguiente anécdota, contada por el mismo Phil:

Fue mi hermano el primero en tener una guitarra, hecha con lata y alambres. Más tarde, Buddy ahorró dos dólares y consiguió una guitarra vieja y destartalada. Y aunque las condiciones de este instrumento dejaban mucho que desear, yo tenía prohibido acercarme a ella. Para mi fortuna, Buddy se fue a vivir a Baton Roug
e (capital de Louisiana) a estudiar la secundaria, así que yo me quedé con ese tesoro y aprendí a sacarle sonidos. El problema es que sólo me sabía una canción, es decir, la parte de una canción de Jimmy Reed; pero lo que salía de la guitarra me hechizaba tanto que no paraba de tocar ese fragmento, una y otra vez, una y otra vez…


Cierta tarde, cuando Phil andaba por los quince años de edad, Lightnin’ Slim llegó a un club cercano, y el muchacho fue a escucharlo. Le llamó la atención el amplificador del músico, no por lo pequeño del aparato sino porque Phil nunca había visto un amplificador. Al verlo tan interesado, Lightnin’ Slim le dio la oportunidad de tocar su propia guitarra eléctrica, hecho que Phil recuerda con enorme orgullo y con admiración profunda.

En la segunda mitad de los cincuenta, su hermano Buddy –quien entonces tocaba en la banda del armonicista Raful Neal- dejó Baton Rouge para irse a residir a Chicago y vivir de cerca el blues de sus ídolos. No lo hizo sin antes recomendar a su hermano con el mismo Raful, de tal manera que éste lo integrara a su banda. Y así fue: Phil permaneció con Raful Neal durante un buen tiempo, hasta que, en 1969, Buddy lo invitó a ir a Chicago para tocar con él (lo hicieron juntos en muchas ocasiones: los viejos aún recuerdan la presencia de Phil y Buddy Guy en el Theresa’s Lounge).

Sin embargo, los estilos de Phil y Buddy son distintos. Mientras que Buddy Guy pertenece a la escuela de Muddy Waters, Phil Guy eligió un sonido que oscila entre Jimmy Reed y James Brown.

Phil se ha convertido en uno de los más sólidos músicos de blues de Chicago, con su mezcla de rocanrol, rhytm and blues, hip hop… Los noventa ya se fueron –afirma el guitarrista-. La gente quiere bailar de nuevo.

Phil siempre está listo para el boogie y para dar a su público lo que quiere, desde un blues de Louisiana hasta una pieza de los Rolling Stones, pasando por Sweet Home Chicago.


Jueves 17 de agosto. Su rostro mofletudo y su pelo ensortijado de tinte azabache, daban a Phil Guy un aspecto gracioso, casi caricaturesco, a la vez que rejuvenecen a este hombre de sesenta y siete años de edad nacido en Lettsworth, Lousiana.

Phil era un hombre afable, sereno, poco expresivo fuera de escena.

En cierto momento, nos dejaron solos, en la parte superior del bar, cerca de la cava. Mientras, en la pantalla se proyectaba un viejo concierto de Big Mama Thornton. Nos dejaron solos, digo, y no me quedó más que brindar con Phil: chocqué mi vaso de whisky con su vaso de jugo de frutas, en el momento en que Ignacio Espósito revisaba el sonido de sus tambores. La batería esconde el tilín de nuestros vidrios, y Phil resume el instante con un aforismo:

-Drummer is always the noise man
, me susurró.


Pero su sentencia no era queja, sino que con ella intentaba disculpar a su baterista. Un árbol es un árbol, y su comportamiento no es discutible. Hay en el universo naturalezas fijas, y endemias irreparables en toda banda de blues. Al ajustar su parafernalia, el baterista es una enfermedad intolerable; luego, como por arte de magia, ese mismo barbaján se convierte en el corazón de la música, y es hasta entonces cuando perdonamos su manía por el redoble prematuro y agradecemos con creces el control que asume de ese flujo de movimiento puro que es la música orquestada.


Con una mezcla de parsimonia y sorpresa, el guitarrista subió al escenario entre los aplausos de la gente, que se puso de pie y dio la bienvenida muy a la mexicana: divinización inmediata, veneración desbordada, amor sin condiciones, amor peligroso.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

El Perro Andablues

4 de agosto de 2007

El sábado 4 de agosto de 2007, apenas amarró la oscuridad, nació en el 61 un perro: El Perro Andablues. Músicos de Betsy Pecanins, Nina Galindo y Felipe Souza se reunieron en torno a la voz de Claudia de la Concha, a quien recordamos como figura principal del extinto grupo Matera y por su participación, desde los tiempos del New Orleans (2002-2004), en Las Señoritas de Aviñón.

Jorge García M. y Tulio Gálvez (guitarras), Jorge Velasco (bajo) y Juan Luis González (batería), cuatro viejos lobos del blues que encontraron motivos para la confluencia de sueños vueltos música. Y como la música siempre está encima de la realidad, acaso por eso el grupo decidió autonombrarse El Perro Andablues (es una especulación, porque en realidad ninguno de los miembros del grupo me explicó nunca el motivo de su nombre).

La relación entre el proyecto de Claudia y la película de Buñuel (Un perro andaluz) no es la misma que se evidencia en la voluntad de coincidencia que la banda Las Señoritas de Aviñón busca con el cuadro de Pablo Picasso. Creo que, en realidad, la nueva agrupación no pensó en el surrealismo ni en la película del genial aragonés. Sospecho que no hubo en El Perro Andablues deseos de fundar su música con base en los preceptos del surrealismo, sino que simplemente y con absoluta inocencia, encontraron en el juego de palabras y sonidos una manera de resolver el problema que enfrenta toda banda recién formada: la elección del nombre.

Conocí a Claudia en 2002, cuando Las Señoritas de Aviñón tocaban una vez por semana en el New Orleans. En aquellos días, ella participaba en una parte del espectáculo.
No era el 61, sino el deprimente New Orleans: los decorados me hacían pensar que en cualquier momento saldría de la cocina el inspector Jacques Clouseau y se tropezaría con un cable.

No era Ruta 61, digo, así que estábamos solos y las noches se volvían largas, suavemente largas, como pasillos en penumbras. Claudia era entonces una muchachita tímida de voz apenas perceptible y de mirada escondida que, sin embargo, agradaba al público con su interpretación de The spider and the fly.

En 2004, apareció el 61. Claudia se integró a la banda Matera, sin dejar de cantar de vez en cuando con Las Señoritas de Aviñón. Pero Matera se desintegró y su cantante quedó a la deriva, hasta que nació El Perro Andablues.




martes, 15 de noviembre de 2016

Lurrie Bell

17, 18 y 19 de mayo de 2007

Discípulo directo de Big Walter Horton, Carey Bell (1936-2007) llegó a Chicago a mediados de los cincuenta, pero no fue sino hasta 1972 cuando su nombre comenzó a cobrar importancia. Muchos años después, ya en los noventa, participó en Harp Attack, el mayor éxito de ventas de la historia discográfica de Alligator Records (en ese mismo disco aparecieron Junior Wells, James Cotton y  Billy Branch, este último sustituto de Bell en la banda de Dixon), y fue hasta 1995 cuando Carey grabó su primer álbum como solista (Deep Down).

A unos cuantos días de haber muerto Carey Bell, su hijo Lurrie se presentó en el 61. 

Nacido en el Chicago de 1958, Lurrie Bell aprendió a tocar la guitarra a los seis años de edad, escuchando desde entonces a los gigantes con quien su padre se presentaba (Eddie Taylor, Eddie C. Campbell, Lovie Lee y Sunnyland Slim, entre otros). A los 17 años de edad ya compartía el escenario con Willie Dixon y con otras amistades de su padre, a la vez que participaba en las grabaciones de estudio de las estrellas del blues, como Little Milton y Jimmy Dawkings. Más tarde, en 1977, Lurrie se uniría a otros músicos de su generación, como Billy Branch y Freddie Dixon, para fundar The Sons of the Blues. Al año siguiente, Lurrie se integró a la Koko Taylor’s Blues Machine, donde tocó la guitarra durante los cinco años siguientes.



Antes de conocerlo, me imaginé a un Lurrie Bell serio, hosco, distante, lacónico, al menos agotado por el viaje de Chicago a la Ciudad de México. Me equivoqué: sonriente, desgarbado, escandaloso al hablar. 

Casi lloro entre los sorbos de whisky y la interpretación que hizo Lurrie Bell de Bring it on home to me, de Sam Cook, pieza de 1961. Y reí de buena gana ante una de las propias canciones de Bell, aquella en la que le dice a la mujer amada: Parece que estoy bebiendo gasolina. Pásame un cerillo encendido, para explotar de una vez por todas, hija de la rechintola... 


Al bajar las escaleras del bar, el público recibió a Lurrie Bell con aplausos y expresiones de admiración. Y Lurrie caminó con timidez y modestia. Vestido como para su primera comunión (camisa blanca y pantalón gris), subió al escenario y tomó su Gibson colorada. El lugar se llenó entonces de Born under a bad sign, de Booker T. Jones y William Bell, aunque hecha famosa por Albert King, en 1967.

Lamento, desaucio y autoflagelación. Este blues dibuja en primera persona a la víctima conciente de su propio infortunio, y el mismo protagonista resume en un solo verso la causa de su humor: cierta mujer está llevándolo directamente a la tumba, y la agonía le provoca sensaciones de haber nacido con mal sino. Es, así se siente, la viva encarnación de la calamidad: su vida es siempre un contratiempo, que podría, sin embargo, aliviarse temporalmente con vino y mujeres, gozos que anhela y que resumen su idea de la felicidad.
Al escuchar a Lurrie cuando llega a la parte de la mujer de piernas largas (A big legged woman is
 gonna carry me to my grave), sonreí y entendí en ese momento las raíces de Octavio Herrero y las musas que lo rondaron al componer Magdalena.


Después de Born under a bad sign, Lurrie continúa con la clásica I'm your Hoochie Coochie Man, de Willie Dixon, y muestra con ellla que en el blues es fácil pasar de la depresión más profunda al colmo del recocijo, del complejo de inferioridad al delirio de grandeza, sentimientos los dos generados, curiosamente, por la objetividad de un mismo hecho: el abandono, el desamor, la périda de la mujer que hasta hace unas horas se encontraba en nuestra cama (son dos actos reflejos: te enseño mis heridas abiertas o las cubro con mi arrogancia, pero en ambos casos lo que quiero decirte es que tengo el alma rota... y me duele).

Imaginemos a un hombre golpeado en su orgullo y con el corazón destrozado...

Baja lentamente las escaleras del viejo edificio donde vive la mujer que ahora lo desprecia y que no quiere saber nada de él. Antes, hace muy poco, lo amó en el desenfreno y en la pasión desbordada; antes, apenas hace unos días, le ofreció su propia eternidad sin condiciones; ahora, simplemente lo echa a la calle. ¿Por qué? La respuesta es harina de otro costal.

El hombre llega al final de la escalera y sale a la calle. Respira con dolor. De pronto, algo le tensa el rostro (un arrebato de dignidad, tal vez). Da media vuelta y entra al umbroso edificio. Sube a zancadas los escalones y golpea la puerta. La mujer abre. Él se mete hasta la cocina y le advierte: ¡Tú no sabes a quién estás mandando a freír espárragos, mujer!

-¿Y quién eres tú, si se puede saber?, pregunta la mujer desde el fastidio.
-Ahora te lo digo.
-Suénate primero.
-Has de saber que, cuando nací, una gitana le dijo a mi santa madre...
-Mmmmta.










Minutos más tarde...



-Bueno, ya me dijiste quién eres. Regresa por donde llegaste y no me busques más.
-Don´t mess with me...
-¿Qué?
-Que no me amenaces, no me amenaces.
-No te amanezco. Haz de cuenta que ya me fui. De hecho, tú eres el que te vas.

 -Pero, mujer –solloza el Hoochie Coochie Man-, ¿qué voy a hacer sin ti?
-Ve con tu madre y que te cuente otra vez lo que le dijo la gitana. Tal vez hay una parte que no entendiste.

El hoochie coochie fue un danza femenina de fines del siglo XIX, cuyos sensuales movimientos aludían al placer del sexo. Eran, por supuesto, invitaciones explícitas que despertaban la fantasía de los hombres, quienes aullaban y aplaudían para responder al llamado.

Con el éxito del baile, el término se pluralizó (los hoochie coochies) para referirse a aquellos establecimientos donde las mujeres se contoneaban de manera impúdica.

Más tarde, ya en los años treinta y cuarenta del siglo XX, la creciente popularidad del cine revivió el gusto por bailar o ver bailar hoochie coochie, y, claro, las actrices que se atrevían a interpretar la danza eran admiradas por los espíritus liberales o abominadas por las buenas conciencias: en 1942, casi diez años después de haberse filmado Wine, women and song, un jurado concluyó que el hoochie coochie era un baile indecente, y los productores de dicha película (dirigida por Herbert Brenon y estelarizada por Lilyan Tashman) fueron condenados por presentar un espectáculo a todas luces inmoral. Ese mismo año, Paul Whiteman y Gracie Allen se mofaron de Mussolini a través de un un boogie-woogie titulado Hoochie Coochie Duce. Pero no sería hasta 1954, al grabar Muddy Waters I’m your Hoochie Coochie Man, que nacería el concepto del Hoochie Coochie Man.


¿Sabes? -dice la mujer ya en la puerta, empujando al hombre herido en su orgullo, conminándolo a salir-, tú te has creído que tienes un poder sexual capaz de hacer conmigo lo que quieras. No, mijito, estás pero equivocadísimo: la que baila el hoochie coochie soy yo.

-Bailas porque yo quiero que bailes.
-Bailo porque se me antoja, papanatas.


lunes, 14 de noviembre de 2016

Luis Robinson


15, 16 y 17 de marzo de 2007

Llegó al 61 el músico argentino Luis Robinson, miembro fundador de la Mississippi Blues Band, eterno integrante de Pappo’s Blues y músico invitado de muchas otras bandas legendarias.

En esos días, el 61 hizo algunos arreglos en su entrada: desapareció la espantosa puerta de metal y aparecieron dos lindas hojas de madera con pequeñas ventanas.

El mero jueves 15 de marzo, el bar fue visitado por Ángel Dehesa, conductor del programa La noche es joven (Canal 40), con la intención de realizar un reportaje sobre el lugar y su música.

Esa noche, Luis Robinson, acompañado por Vieja Estación, se arrancó con la potencia de Smells like Bar-B-Q, pieza del jovencísimo Kevin McKendree aparecida en Laying in the Alley, el disco que Big Joe Maher grabó en 1994 con su grupo The Dynaflowers. A esa canción le siguieron la deliciosa Grape Jerry, de Clarence Gatemouth Brown; la doliente Tore Down, de Freedie King y Sonny Thompson; y la funkísima Chitlins con carne, de Kenny Burrell. También estuvieron presentes B.B. King (Woke up this morning) y Johnny Otis (Hand Jive).




En la segunda parte del espectáculo, Robinson mostró su propio material y algo de su amigo Norberto Napolitano, que en paz descanse. Escuchamos entonces la ternura de Nelly, canción del mismo Luis, y dos divertidas crónicas de viaje compuestas por Pappo: Fiesta Cervezal y Sube a mi voiture

Otros espíritus de la noche fueron Willie McTell (Statesboro Blues, que tan bien conocen los miembros de Vieja Estación, vía los Allman Brothers), Muddy Waters (Walking thru the park y The blues had a baby), Albert Collins (If trouble was money)y J.B. Lenoir (Mojo Boogie, a través de Johnny Winter.


El viernes 16, abrieron Las Señoritas de Aviñón con T-Bone Shuffle y Stormy Monday, de T-Bone Walker; Moondance, de Van Morrison; Pride and Joy, de Stevie Ray Vaughan; Mistery Train, de Junior Parker y Sam Philips (que Las Señoritas combinan con That’s all right, mama, de Arthur Big Boy Crudup, en abierto homenaje a Elvis); I put a spell on you, de Screamin´ Jay Hawkins; I feel so good, de J.B. Lenoir; Magdalena, de O. Dandy Blacksmith; y All your love arrejuntada con Easy Baby, ambas de Magic Sam.

Durante el solo de guitarra de Moondance, observé en Octavio Herrero un gusto particular por citar las primeras notas de Summertime, la conocida aria compuesta en 1935 por George Gershwin para la ópera Porgy and Bess (Summertime, and the leavin' is easy...). Ya lo habia hecho, apenas unos minutos antes, en Stormy Monday, y ahora repetía la frase en Moondance...

Sospeché entonces que para el guitarrista de Las Señoritas no se trataba sólo de una cita en el sentido literario del término, sino de algo más: estábamos ante una convocatoria mágica, ante un juego de cabalística personal. Octavio no siempre piensa en términos líricos cuando de blues se trata, sino también en modos y en escalas de jazz, en ordenamientos capaces de establecer cada noche un diálogo de memorias modales. No creo que la cita de Summertime sea una muletilla involuntaria, sino más bien eso que los alemanes llaman signawort, palabra, frase o expresión que tiene una función fática y está dirigida al interlocutor (en este caso, al público) para darle a entender que el canal de comunicación sigue abierto (Justo Fernández López).

Es uno de esos guiños de complicidad o de fruición solipsista que Octavio soltaba y suelta de vez en cuando, para deleite de los que vemos en la música un animal vivo. Lo he visto/escuchado hacer con Round Midnight, de Thelonius Monk, lo mismo que hace con Summertime.

Por otro lado y a pesar de que que en Las Señoritas no hay espectacularidad sino pura música, el viernes advertí una característica teatral en la banda: el dominio de la dinámica escenográfica, es decir, del matiz, de las gradaciones de la intensidad, la gracia que va desde el inquietante pianíssimo (pianissíssimo) hasta la portentosa detonación, el fortíssimo (fortissíssimo) que crece hasta la monstruosidad y da paso al desahogo público y a su consecuente aplauso.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Las Señoritas de Aviñón

Viernes 13 de enero de 2006 

Quienes estuvimos durante la noche de ese día en Ruta 61, pudimos disfrutar de una exquisita versión de Sea of love, la canción que Phil Philips escribió en 1958 y que luego fue también grabada por distintas personas. No conozco la versión original, es decir, la de Phil Philips and The Twilights, sino la de The Platters y la de The Honeydrippers de Robert Plant.

Las Señoritas de Aviñón demostraron así y entonces que no sólo saben hacer blues y jazz, sino que pueden pasearse como gatos sedosos por los pasillos de la balada dulce.

¿Pero es Sea of love una simple melosidad? Esta canción pertenece al llamado swamp rock, el rock ‘n roll del sur de Louisiana, y... ¡sí, es melosa, melosa, melosa! Jaime Holcombe la cantaba en aquellos días como si quisiera seducir a Kate Hudson, a quien al fin pude ver en La llave maestra (The Skeleton Key, de Iain Softley), película que hace tiempo me había recomendado Octavio Herrero, el guitarrista de las mismas Señoritas, interesado en la historia contada porque se toca el tema del hudu.

Fue tan conmovedora la interpretación de Sea of love, que dos miembros de Vieja Estación (Tomy y el Polaco) y el que esto escribe no resistimos la tentación de hacer los coros desde la parte alta del bar. Y creo que lo hicimos bastante bien. 


23 de febrero de 2007

Las Señoritas de Aviñón comenzaron su espectáculo con I put the spell on you, de Screamin' Jay Hawkins, mientras que Vieja Estación lo hizo con One step at a time, de Johnny Winter.

Para cerrar la primera parte, Santiago Espósito invitó a Jaime Holcombe a cantar las dos penúltimas canciones, cosa que hizo la Señorita con esa voz bien puesta y llena de carácter a la que nos tiene acostumbrados.

Al notar la presencia de Lari Ruiz en el bar, las Señoritas de Aviñón decidieron invitarlo al escenario e interpretar con él Magdalena, blues de Octavio Herrero que se ha convertido en taller colectivo.


sábado, 12 de noviembre de 2016

Peaches Staten

18, 19 y 20 de enero de 2007

Indignada y vehemente, Peaches Staten nos cuenta lo sucedido con el histórico mercado de Chicago, el cual fue removido a Canal Street en 1994, para poder extender los espacios de la Universidad de Illinois at Chicago (UIC). Como es de suponerse, el hecho provocó la protesta de mucha gente. En eso me quedé, ya no seguí el asunto, aunque entiendo que en 2007 volvieron a mover de lugar el mercado: a Des Plaines Street. Pero no estoy seguro.

¡Maxwell Street es Maxwell Street! -dice Peaches con la contundencia de quien ama su ciudad-. ¡Pero las autoridades han sido incapaces de entender y respetar una tradición, una historia, un modo de vivir, una cultura plural!

Maxwell Street Flea Market es –sigue siendo, aunque fuera de su cuna y como New Maxwell Street Market- el Tepito de Chicago, La Garra, como aún le dicen los mexicanos de allá, quienes lo visitan para comprar chiles de Zacatecas, sarapes de León y cobijas de Tlaxcala, y donde es posible disfrutar de una torta ahogada, de un tamal oaxaqueño, de la birria de Jalisco o de tacos chilangos.

Por otro lado, es bueno recordar la importancia de Maxwell Street en la topografía histórica del blues de Chicago.

Durante los años 30 y 40 del siglo pasado, los músicos que llegaban del campo a la ciudad, con su guitarra acústica, se ponían a tocar precisamente en Maxwell Street, y tenían que competir con los ruidos propios de una calle bulliciosa, lo que los obligó en poco tiempo a hacerse de aparatos eléctricos, para amplificar su espectáculo.

Supongo que es en Maxwell Street donde nació el sonido del blues de Chicago. Ahí nacieron Muddy Waters y Howlin’ Wolf. Y si mi especulación es acertada, entonces podemos afirmar que el mismo Rock&Roll le debe mucho a Maxwell Street, calle en la que también están escritas importantes páginas de la historia judía de Chicago y de la inmigración mexicana.




 
Peaches Staten es hija legítima del Delta del Mississippi. Desde muy temprana edad, estuvo rodeada del blues de Chicago, porque su padrastro trabajaba como DJ en varios clubes de la ciudad, y su madre pertenecía a un club social a cuyas fiestas nunca faltaba algún buen músico de blues. Además, Peaches trabajó como mesera en el Rosa´s Lounge.

La versatilidad y la fuerza de su voz, en la que es evidente la influencia de Bessie Smith, Tina Turner, Billie Holiday, Koko Taylor y Janis Joplin, la han llevado a compartir el escenario con Buddy Guy, Robert Plant, Junior Wells, Koko Taylor, Dr. John, Billy Branch y muchos otros.

En tres noches inolvidables, Peaches entregó al público del 61 su blues, salpicado de rocanrol, regaee y zydeco. Mighty Gumbo, Mojo Boogie, Fever, Can´t you see, Hole in the wall... Memorable es todo el repertorio de la Staten, quien, no conforme con curarnos el alma con su blues, ejerce la fisioterapia en un hospital de Chicago.







 Otras ocasiones:
12, 13 y 14 de julio de 2007
13 y 14 de agosto de 2009


Conmovida, agradecida y encantada por la respuesta del público, Peaches Staten volvió a la Ciudad de México los días 12, 13 y 14 de julio del mismo 2007.

Peaches comenzó el ensayo del miércoles 11 con Some kind of wonderful, de John Ellison, una canción que roza mi nostalgia y me recuerda las fiestas de los setenta en vecindades de la Colonia Roma. Sí, sí, es la misma que escuchábamos en 1974, con Grand Funk Railroad (aparece al final del álbum All de the girls in the world, beware!). Pero siete años antes ya la habían grabado los Soul Brothers Six, grupo al que pertenecía John Ellison. Hasta ahora no he tenido, sin embargo, la oportunidad de escuchar esa versión, la original. De cualquier manera, lo que hace Vieja Estación es desmpampanante, y Peaches lo agradece con su voz, con su danza y con el ritmo integrado a cada una de sus moléculas.


Al calor del vodka, el whisky, el brandy y las cervezas, se conversó sobre la lista de canciones y su orden...

Aquí un blues, allá el boogie, por este otro lado zydeco; acullá, una mezcla de Willie Dixon y Bob Marley (Wang Dang Doodle y Get up, stand up), más blues en medio. 

Peaches anotaba en las hojas que arrancábamos de mi Moleskine: Jim Dandy, Mighty Gumbo, The Hoochie Coochie Mamma, Mojo Boogie, Fever, Can’t you see; Hole in the wall, Bring it on home to me...

Peaches Staten regresó a México en agosto de 2009 y se presentó en el 61 los días 13 y 14 de ese mes.