viernes, 18 de noviembre de 2016

Steve Tallis


1 de septiembre de 2007

Lo primero que me sorprendió de Steve Tellis fue la frescura de su voz, que no delataba edades ni agotamientos físicos (nació en 1952). A ello se sumó su aspecto jovial y picaresco, mágico y atemporal.

La personalidad musical de este hombre nacido en Maylands (acordes abiertos, rasgueo violento y desenfadado, voz gangosa y callejera, destreza melódica y acertado fraseo), hacen de sus canciones joyas que bien podrían confundirse con la juglaresca de los sesenta, a la vez que ligarse fácilmente con la Patti Smith de los setenta (es decir, de Horses a Wave) y con ciertos gestos del grunge de fin de siglo.

The soul of man es una canción que podría servir de ejemplo. Pero no me refiero al teen spirit de Kurt Covain, sino a las maneras destempladas de Eddie Vedder, aunque sin su gravedad, sin sus desgarramientos y sin la marca de la almohada en el desordenado cabello.

En Tallis encontré a un atento melómano del blues (I wonder will my mother be on that train es un exquisito y primitivo canto a capella que parece un mantra, una invocatio pagana ejecutada en un sórdido cruce de caminos; por otro lado, las formas selváticas de Willie Dixon aparecen en Grinning in your face); y hallé también a un hombre capaz de reconocer los valores de generaciones posteriores a la suya. Pero hubo más: al escuchar a Steve, vi en él a un compositor con fuertes raíces en los géneros seminales del rocanrol. That suits me, por ejemplo, primera canción del Jezebel Spirit, me recirdí a Lonnie Donegan, aunque supongo que el skiffle llega a Tallis a través de The Worried Men. Y con Leave you in the hands of my God pensé en Woody Guthrie (sobre todo porque también bostecé a la mitad de la canción).


Steve Tellis estuvo acompañado por Montse Revah, percusionista a la que conocí la vez que tocó con Jaime López en el Teatro de la Ciudad.


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